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Viernes 29 de octubre de 2010 | Publicado en edición impresa
Entrevista / Lecturas del mundo
«La crítica pura me aburre»
Josefina Ludmer habla de su nuevo libro, Aquí América Latina. Una especulación , en el que plantea cuestiones propias de la literatura desde un punto de vista original
«Antes, eran la facultad y la academia las que prestigiaban; ahora, el aparato de distribución», opina Ludmer. Foto FERNANDO ALCALDE
Por Patricia Somoza
Para LA NACION
En Aquí América Latina. Una especulación , el nuevo ensayo de Josefina Ludmer, la autora se sale del corsé de la crítica literaria para leer el mundo actual usando la literatura como una lente o un tarot. En un mundo que ha cambiado, que borra las oposiciones, sostiene, también ha cambiado la literatura, fábrica ella misma de realidad. ¿Qué hay de nuevo en las letras? ¿Hay «buenas» y «malas» escrituras? ¿Cuándo decir que un libro vale? De éstas y otras cuestiones habla la autora de notables ensayos sobre García Márquez y Onetti, de El género gauchesco (1988) y El cuerpo del delito (1999), reciente doctora honoris causa por la Universidad de Buenos Aires. Ludmer está contenta. Aquí América Latina. Una especulación (Eterna Cadencia) tiene, por fin, forma de libro y está circulando. Antes tuvo otras formas: un diario, un curso en el Centro Cultural Ricardo Rojas, varios artículos en revistas.
El proyecto nació en 2000 cuando, dueña de un año sabático, regresó a la Argentina desde Estados Unidos y empezó a interesarse por las temporalidades. «Sentía que me movía entre dos tiempos. En Estados Unidos el futuro está todo el tiempo presente: nace un chico y se le abre una cuenta, se le empieza a depositar dinero para la universidad. Acá el futuro no existía.» Para indagar el problema, comenzó a escribir un diario en el que registraba noticias, lecturas de libros, películas, conversaciones con amigos. La indagación dio lugar a un curso sobre el tema y la literatura producida ese año en Buenos Aires, y también a un texto. Pero el año sabático llegó a su fin y el diario también. «No sabía qué hacer con eso, eran 500 páginas, así que lo puse en el freezer y empecé a escribir sobre la ciudad, sobre la nación, con libros a los que accedía desde la biblioteca de Yale y que me acercaban mis estudiantes.» Así nacieron los artículos que aparecieron en revistas y que ahora conforman la segunda parte del libro, «Territorios». En 2005, con la jubilación y el regreso a la Argentina, retomó el diario abandonado para dar forma a la primera parte del libro, «Temporalidades».
–Las dos partes son bastante diferentes. La primera es más experimental, más compleja; el formato diario, con una fuerte presencia del yo y la exhibición de cierta intimidad, la hace muy atractiva.
-Fue la aparición de mi yo lo que me permitió dar forma a esa primera parte. Significó apartarse un poco de la crítica. Es como un ensayo de ahora, que implica una autobiografía, algo que se adapta al modo de lectura actual. La segunda parte la considero más clásica.
-Usa la literatura para comprender el mundo, para ver cómo la literatura fabrica realidad en la imaginación pública. Lo llama «especulación».
-Empecé a pensar en una línea borgeana: que la literatura era más real que la realidad. Al leer, lo que se cuenta es real. La idea de especulación -el género especulativo, que imagina realidades, como la ciencia ficción- me apareció junto con la idea de literatura como realidad. Es una crítica a la posición de la crítica literaria, que queda acotada a la literatura. La idea de imaginación pública tiene que ver con que estamos sumergidos en discursos, imágenes, y que eso nos construye la realidad.
-La literatura sería para usted un modo privilegiado en esa construcción de realidad.
-La realidad tiene muchísimas zonas y modos. Uno puede entrar a la realidad, o a la construcción de realidad, a través de cualquier cosa que uno sepa leer. Yo aprendí a leer literatura, no sé leer la sociedad o la historia en sí misma. Uno puede leer lo que quiera en la literatura. A mí la crítica pura, sobre un texto o un autor, me aburre. Entonces, ¿por qué concentrarse en un texto o un autor? Mejor mirar el mundo; pero hay que tener una pantalla, un tarot: el mío es la literatura.
-Lee literatura de América latina, y a la literatura argentina en el marco latinoamericano. ¿Esa perspectiva se la dio haber estado afuera?
-Totalmente. Creo que para poder ver a la Argentina hay que salir. Cuando uno está sumergido en algo, no lo ve. Desde acá vemos la relación con Europa y con el Primer Mundo en general, pero no hay relaciones con los vecinos en términos culturales literarios. España es la que decide lo que circula.
-Está muy atenta al presente y a los cambios que se han producido. En el libro inventa palabras fusionando otras: «realidadficción», «tiempoaquí», «intimopúblico». ¿Para pensar un nuevo mundo hay que usar un nuevo lenguaje?
-Lo de hacer palabras fusionadas surgió de un error. Yo entregué el artículo sobre los tonos antinacionales a la revista Grumo en un archivo de Mac y usaba palabras separadas por guiones, pero se ve que el procesador de ellos no los leyó. El error me llevó a pensar en una posibilidad de escritura que advirtiera que el mundo ha cambiado: terminó el mundo bipolar, cayó el Muro, las oposiciones que antes parecían inconciliables se fusionan.
-Usted ha vinculado los tonos antinacionales de ciertas escrituras latinoamericanas (Fernando Vallejo, Horacio Castellanos Moya, Diogo Mainardi) con el momento de las desnacionalizaciones o privatizaciones. ¿Hay escrituras, voces o tonos vinculados con el momento actual, en el que estaríamos asistiendo a una suerte de reformulación del Estado o la nación?
-Veo un cambio en relación con las identidades en la literatura. La postulación de las identidades nacionales (lo argentino, lo mexicano), tan claras en los años 60 y en los clásicos latinoamericanos, desaparece, y en cambio aparecen identidades locales, del barrio, de la ciudad. Pienso en textos muy actuales: Agosto , de Romina Paula, cuenta un viaje al interior, pero no se trata de lo nacional sino de la relación íntima con otro lugar; en Las teorías salvajes , de Pola Oloixarac, está el mundo de la facultad. Siempre son identidades locales. O identidades gay, feministas, que no son nacionales, son globales.
-Muchas de estas nuevas escrituras, que suelen llamarse «malas» en el sentido de que serían menos literarias, conviven con las otras, que se siguen produciendo. ¿Qué podría decirnos de esto?
-La literatura no tendría en sí misma marcas estéticas o literarias. Hay escritores que son más barrocos, que inflan el estilo, que escriben con marcas literarias que no necesariamente agregan valor literario. Frente a la facultad que, como agencia de canonización, valora las escrituras que tienen más marcas literarias y menos las más despojadas, suspendo el juicio y caracterizo: hay escrituras con marcas literarias y escrituras que las borran. Obviamente considero que hay valores, escrituras que me gustan o no me gustan. Algunas de las que tienen marcas literarias para mí son malas, recargadas. En cambio, otras mucho más modestitas me interesan más porque tienen una vibración diferente.
–¿Cuándo dice: «Esto es bueno»?
-Ah, ahí estoy yo. Lo puedo racionalizar y decir que no me gusta porque es una escritura muy barroca, o porque las frases están mal ritmadas. Yo uso criterios literarios para eso, pero no pretendo imponerlos. Parto de la base de que es muy difícil juzgar el presente, que está siempre en debate. La que pone el valor es la historia. Por eso caracterizo, no juzgo: veo que hay textos que subrayan lo literario y otros que lo borran, y que hay procesos de estetización que tienen que ver con la circulación de libros, los mercados globales, los premios, todo el aparato que legitima y valora. Antes eran la facultad y la academia los que prestigiaban, ahora es más el aparato de distribución internacional, de premios y jerarquías. La literatura está sometida a una red de agentes, de aparatos de distribución, y en función de esa globalización se consideran mejores o peores. Un premio hace que se lea un libro que de otro modo no se hubiera leído. La estetización de un texto no dependería totalmente de valores intrínsecos, sino de formas de circulación. Hay algo de constitución de elites en la valorización de escrituras minoritarias. En el cine se ve con más claridad.
–¿Que ha leído últimamente con interés?
-Lo que más me apasionó en el último año fue la serie Millennium , de Larsson. Me pareció espectacular, me agarró, no la podía largar. También hay series televisivas que me atrapan así. Yo digo que lo que me atrapa es buenísimo, sea televisión, sea un best seller . La captura me fascina. Ningún libro de los que estoy leyendo últimamente me ha capturado tanto. Me gustó mucho Los topos de Félix Bruzzone. Me gustó también lo de Pola, aunque lo considero muy barroco, una escritura muy trabajada. Mi escritura favorita es la sequedad, por eso me gustó lo de Bruzzone. Trato de leer lo que sale.
–Terminó Aquí América Latina…, la UBA la nombra doctora honoris causa. ¿Qué viene después?
-Cuando terminás un libro, te sentís un poco perdida, hay que orientarse sobre qué hacer en el futuro. Lo que viene después… justamente ése es el tema de la conferencia por el doctorado honoris causa. Lo que viene después de los clásicos, de las grandes literaturas, lo que viene después de la violencia, de las privatizaciones, lo que viene después en un relato…
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ADN
San Francisco, Córdoba
Entre 1976 y 1982, igual que otros intelectuales argentinos, integró la «Universidad de las catacumbas». Ha sido investigadora del Conicet y profesora de teoría literaria de la UBA. Publica textos, entrevistas y «descartes» en su blog homónimo